martes, 14 de diciembre de 2010

Ahora, mi vida está encauzada.
Sé a dónde quiero ir, hacia donde debo andar, cuál es mi objetivo.
Se han perdido los falsos profetas, las señales contradictorias, las devociones obligadas.
Hago lo que quiero, lo que debo y lo que puedo. Y por fin empieza a ser suficiente.
Estoy tan contenta que recuerdo aquel relato corto y tonto que escribí hace tanto tiempo que ya no recuerdo ni cuándo.

Caminaba lentamente, deslizándose entre las baldosas de las frías y solitarias calles, sintiendo como cada pequeña gota de lluvia que caía de las nubes rozaba su cara, su pelo, sus ropas, y sintiendo, más que nunca que ella formaba parte de cada una de esas gotas.
Sonreía, pero no era feliz.
Después de tantos años había logrado encontrar la paz y la quietud que impedían llegar al dolor.
Pero también sabía que era una tregua temporal, algo que no podía durar.
Levantó la vista vio dos de las grises nubes que descargaban su llanto sobre la ciudad.
Y entre ellas, una gigantesca luna blanca y pura, que parecía tan cercana que podía alargar la mano y tocarla.
Sintió deseos de aullarle, contarle todos sus deseos, sus anhelos, sus llantos y sus penas.
Pero una vez más, el decoro frenó sus instintos y allí se quedó.
Quieta.
Fría.
Mojada.
Mirando a la luna y tratando de decirle todo lo que sentía con solo una mirada.
Cerró los ojos y las imágenes fundieron a negro...

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Sintiéndome bogavante.

Viendo como las piezas del puzzle comienzan a encajar.
Sintiéndome bogavante.
Buscando dentro dentro de mí misma aquella niña que era lo que quería ser y no se contentaba con menos.
Contando los besos que me faltan para encontrarte.
Siguiendo tantas historias diferentes que me hacen perder la conciencia y el sentido de la realidad.
Yo ya no tengo ganas de seguir pegandome con una pared de ladrillos y cambiando para que nada sirva de ayuda...