lunes, 27 de septiembre de 2010

¿Quién te ayudó cuando estabas mal?
¿Quién te enseñó a nadar cuando te hundías en el mar de las lágrimas?
¿Quién se enamoró de tí cuando menos se lo esperaba, sin ninguna intención de hacerlo, y después de haber jurado y perjurado que no se volvería a enamorar?
¿Y quién es ahora la que te sonríe y apoya mientras tu te vas con otra?
Si, todas ellas soy yo.
Mierda!!

jueves, 23 de septiembre de 2010

Presión en mi garganta que amenaza con cerrar mis vías respiratorias.
Con cortar el flujo de gases hacia mis pulmones, impidiendo la transferencia de oxígeno y dióxido de carbono en los alveolos pulmonares.
Dolor estrangulante en el pecho, zona superior izquierda, como si mis carótidas se hubieran comprimido y hicieran que el corazón se encogiera, acurrucándose en el pericardio, buscando el frío entre el asfixiante calor que se da en mi cavidad torácica.
Arterias contraídas a la altura de mis sienes que cierran el paso de sangre al cerebro, produciendo un incipiente dolor de cabeza que amenaza con no dejar que mañana asista a mis clases.
Ojos hinchados, párpados contraídos, alta concentración sanguínea en mis globos oculares.
Lacrimales al máximo de potencia.
Visión parcialmente nublada por la interferencia del líquido acuoso que destilan.
Es tan fácil describir los síntomas de la tristeza...
Y tan difícil describir la tristeza en sí...
Sobretodo cuando la misma se halla mezclada con dolor, enfado y rabia.
Mi corazón me pide la baja por incapacidad, dice que no aguanta más estocadas por la espalda, más ataques contra su pobre estructura...
Y ahora, ¿qué hago?
Tic Tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac...
Sin parar, sin parar.
Mundo que gira y gira, como si fuera un tiovivo que nunca se cansa, que nunca para.
Acuerdos cambiados, mutados para hacer que yo tenga que cambiar mi parte mala y tu puedas mantener tu tiranía.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac...
Páginas que se pasan, frases que se escurren, palabras que se deslizan, letras unidas unas a otras en una gigantesca danza compleja y aleatoria, que de tan difícil que es, se torna fácil para nosotros.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac...
¿Para qué decir gracias cuando puedes morder a aquel que te ayuda?
¿Para qué ser agradecido?
Y una vez lo has echo, ¿para qué pedir una cosa si puedes obligar al otro a hacerla, o hacerle ver que el problema es él si no lo hace?
Tic, tac, tic, tac, tic, tac...
Pero el mundo gira, gira, sin descanso, y ahí está el fallo en tu ecuación.
Has olvidado lo malo de dar vueltas en círculos, que siempre vuelves al punto de partida...
No creces, no mejoras, no evolucionas...
Y siento decirte que la Naturaleza elimina a todo aquel que no evoluciona...
Tic, tac, tic, tac, tic, tac...
Ahora el tiempo corre en tu contra.
Tratas de huir, pero... ¿cómo huir de algo que es tan poderoso como la Naturaleza?
Ah, no, no cuentes con mi ayuda para ello...

viernes, 3 de septiembre de 2010

Números pasados por alcohol.
Mente difusa y soñadora.
Síndrome de abstinencia de amor.
Me cago, ¡otra cerveza, por favor!
No voy a ser responsable. Estoy harta de ser responsable, de cuidarme y cuidar de los demás.
Esta noche es mía.
-¿Cuántas copas llevas?
-No lo sé. Hace un par de horas que no sé contar...
La luz se dibuja en la habitación, abriéndose paso entre las persianas.
Extraño, sol.
Abro un ojo. Me maravillo con la estampa de mi habitación blanca marcada por las negras líneas.
Un golpe por dentro en mi cabeza.
Es mi conciencia, que me reniega por la fiesta de anoche.
-¿Te lo pasaste bien, eh?
-Buf, y que lo digas.
¿Qué hago en el lado derecho de la cama? Siempre duermo en el izquierdo...
Giro la cabeza. Por poco choco contra otra cabeza.
- ¿Y este quién es?
- A mí que me dices, ¡yo estaba dormida! ¡Me dormiste a cervezas!
- Cierto... Es guapo, ¿eh?
- Hombre, la verdad es que sí...
Me recuesto sobre el lado izquierdo de mi cuerpo. Me arrebujo en las sábanas. Me acerco a su cuerpo.
- Huele bien.
- No llevas ropa.
- Cierto. Él tampoco. Eso es un empate.
- Cierto.
Le miro dormir. Las cejas marcan unos ojos grandes, con una nariz recta que dirige la mirada hacia unos labios carnosos. Su ceño se frunce y se remueve incómodo.
Su mano izquierda roza mi cuerpo. Me atrae con un potente tirón.
- El chico está fuerte...
- Sigues sin llevar ropa. Él tampoco. No sabes quién es él. Acabas de verlo por primera vez.
Ignoro esa vocecilla pesada. Alargo la mano y le retiro un mechón de pelo oscuro de la cara.
- Se va a despertar...
-¿Cómo lo sabes?
-¿Sigues tan borracha que no lo notas?
- ¡Coño, sí!
Cierro los ojos y me apretujo contra ti, cobijándome en tu abrazo protector...