jueves, 12 de mayo de 2011

La música atrona mis oídos.
El ritmo mueve mis caderas, me seduce, me lleva al centro de la pista.
Me dejo llevar, me abandono a la locura de la música latina.
Mi cuerpo, liberado muestra, te muestra, mis deseos, mis expectativas.
Mi consciencia, adormilada, descansa apoyada sobre la barra con una cerveza en la mano, junto a ti, mirando como mi falta de vergüenza se te insinúa en la pista.
La música modula mis movimientos, siguiéndolos suavemente.
Mis manos viajan hasta mi pelo, revolviéndolo, levantando mis pechos que botan insinuantes.
Mis caderas se mueven al compás de la bachata, dejándose ir, venciéndose al instinto.
Desde la barra, sonríes.
Debes pensar que estoy demasiado borracha para saber qué estoy haciendo, pero no es cierto.
La música cambia bruscamente.
Una canción de pop actual, esa mezcla del pop y la música electrónica que tan de moda están me baja la moral, al igual que al ochenta por cien de la pista.
El Dj, al verlo, decide mezclarla con otra, volviendo a los ritmos latinos.
La gente vuelve a la pista.
Me veo devuelta al juego. Lo suficientemente cerca para que me veas y te des cuenta de cómo te miro mientras recorro mi cuerpo con mis manos, pero no lo suficiente como para que puedas tocarme sin apartarte de la barra.
Mi lengua acaricia mis labios, en un gesto insinuante que te obliga a levantar una ceja.
Sonrío. ¿Quieres más indirectas?
Poco a poco, a golpe de cadera, voy dándome la vuelta, sin dejar de hacer movimientos circulares con el tronco, mientras los pies están inmóviles, sólo giran.
Un chico se me acerca por la espalda, me coge por la cintura y empieza a bailar conmigo.
Nuestros cuerpos se acoplan, y se mueven acompasados.
No me giro, su boca se acopla en mi cuello y mientras, mis ojos siguen fijos en los tuyos.
Casi puedo leer tu mente, debatiéndote entre si venir a mi lado o quedarte observando.
Me muerdo el labio inferior, mientras le cojo del cuello con mi mano, sin dejar de mirarte.
Levantas tu copa, le das otro trago.
Si tanto te molesta, ¿porqué no vienes a solucionarlo?
¿Voy a tener que ir a buscarte? ¿En serio?
Dejo caer las pestañas, mirándote insinuante.
Una voz díscola retumba en mi oído por encima de la música.
- ¿Vamos a algún sitio más privado, nena?
Solo entonces soy consciente de que está excitado. Me giro y le miro. Bien parecido. Grande, fuerte. Parece el tipo de hombre que sabe dar placer a una mujer. Muy por encima de ti. Me pongo de puntillas, me apoyo en su pecho, le atraigo con una mano en la nuca. Me llevo su oído a la boca. Susurro unas palabras. Asiente con lentitud.
Se separa, me da un beso en la mejilla. Se gira y desaparece entre la multitud.
Me miras interrogante.
Me acerco a tu lado, me reuno con mi consciencia.
- ¿Porqué no?
- Porque no es lo que estoy buscando.
Me miras. Te miro. ¿Aún más claro?
- Es tu tipo de chico.
- Sí.
- Y aún así, ¿no?
- No. No es lo que quiero.
Apoyas la cerveza en la barra. Me miras más de cerca. Te mantengo la mirada. ¿Qué pasa, voy a tener que hacerlo yo todo?
Me acerco, apoyo mis labios contra los tuyos. Los acaricio suavemente. Mi lengua se desliza por tus comisuras.
Me separo. Me miras, confundido, extrañado. Niego con la cabeza. Recojo mi bolso y salgo con paso firme del bar.
Noto tus manos en mi cintura apenas unos segundos después. Me atraes hacia ti. Dejo caer mi bolso y te abrazo con fuerza mientras tus labios y los míos se funden en un cálido beso.
Te ha costado, pero lo has comprendido. Esto era lo que quería.