martes, 7 de junio de 2011

Y sin pensarlo, sin oírlo, aparece de nuevo el mismo fantasma del olvido.
- Hola, querido, te estaba esperando.
Como siempre, el silencio es tu única respuesta.
Un silencio grave y sonoro, una muda réplica, una callada queja.
Desvío la mirada y me centro en mis cosas.
Tengo muchos asuntos más importantes que atender que a ti.
Te controlo por el rabillo del ojo.
Te sientas en la silla contigua, entre la chica rubia y yo.
No pienso dedicarte más tiempo del que mereces.
Con tu callada presencia me recuerdas todo lo que podría haber llegado a ser y que nunca alcanzaré.
Ese sueño imposible de vivir de aquello que me gusta, de aquello que me llena, de aquello que me hace sentir más persona, más mujer, más completa.
Y sueño con cosas imposibles, con quizás que nunca se cumplirán, con mi sueño realizado en manos de otro.
Y ya no puedo explotar cuando veo que nunca lograré cumplir mi sueño.
Sólo puedo resignarme, sentarme en mi rincón y esperar que un milagro suceda.
Pero esto no es un cuento y no hay príncipe azul, ni caballo blanco ni rescate.
Por otra parte, tampoco yo soy una princesa...
Quizá esté soñando por encima de mis capacidades.
Quizá sea esto lo máximo a lo que puedo aspirar.
Suspiro.
Suspiro.
Se me parte el alma.
Y hundo la cabeza entre mis piernas.
Te miro por el rabillo del ojo y veo como una lágrima surca tu mejilla.
No llores.
No es culpa tuya.
Ni mía.
Sólo hay lo que hay.
Y mi cara, empapada en lágrimas y sonriendo es lo último que recuerdo antes de caer en un pozo de negrura insondable...

No hay comentarios:

Publicar un comentario